Cinco heridas de nuestra infancia que no nos permiten ser adultos felices
(Por: Samar Añazgo)
Cuando somos pequeños pasamos por ciertas cosas que nos hieren y nos lastiman, a veces esas heridas son tan profundas que repercuten hasta cuando nos convertimos en adultos, haciendo que no podamos desarrollarnos, liberarnos y seamos personas tristes.
Hemos hecho un compendio de cinco situaciones que nos han herido de niños y que influyen tanto en nosotros que incluso ahora no somos capaces de ser felices.
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¿CUÁLES SON LOS MIEDOS QUE NOS AFECTAN DESDE NIÑOS?
#1 El miedo al rechazo: Cuando fuimos niños tal vez nos hemos sentido rechazados alguna vez, esta es una herida muy profunda que implica un autorechazo. Creemos que todo el mundo nos odia, y empezamos a hacerlo nosotros mismos. No nos sentimos valiosos y nos autodescalificamos.
Esta sensación está ligada a nuestras vivencias pasadas y a los problemas que tuvimos que afrontar cuando éramos niños, probablemente a causa de esto ahora seamos personas que se escapan de sus miedos. Si tú te estás enfrentando a una situación similar debes de tener paciencia, primero aprende a amarte y valorarte con todas tus virtudes y sobretodo tus defectos. Toma decisiones por ti mismo, así no sentirás que las personas se alejan, se auténtico y no te molestará la soledad.
#2 El miedo a confiar: Desarrollamos este sentimiento al sentirnos traicionados de niños, ya sea por nuestros padres o nuestros ejemplos a seguir cuando no cumplen lo que prometen, de modo que nos sentimos inseguros, desconfiados, a veces esto se puede convertir en envidia, o sentimientos similares, al hacernos la idea de que no somos suficientes para recibir lo que ellos prometieron.
Como resultado de esta desconfianza al ser adultos nos convertimos en personas controladoras, que quieren tener todo listo, con la necesidad de mandar sobre el resto. Es necesario que en este caso se trabaje en maneras de desarrollar la tolerancia, la paciencia y aprender a estar solo y delegar responsabilidades.
#3 Ser humillado: Al ser humillados de niños desarrollamos una personalidad dependiente, y este recuerdo permanece por mucho tiempo con nosotros. Esta herida aparece cuando sentimos que el resto nos desaprueba y nos critica, cuando somos niños es frecuente que suceda esto si nuestros padres nos dijeron torpes, malos, destruyendo así nuestra autoestima.
A modo de protección solemos imitar los malos tratos que recibimos, haciendo así más grande el círculo de humillación. Para superar esto es recomendable que trabajemos en el desarrollo de nuestra independencia, libertad, la comprensión de uno mismo, nuestras necesidades, temores y prioridades.
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#4 El miedo al abandono: Esta es una herida muy profunda, así como seguro las otras los son. Si durante tu infancia tuviste problemas, o tal vez mamá y papá se fueron, quedará el recuerdo de la soledad. Esa soledad que puede ser una muy mala consejera. El miedo a quedarse solos siempre nos acompañará, lo importante es trabajar en estos miedos.
Suele ser muy común que en esta situación pase algo como el ‘te dejo antes de que tú lo hagas’, porque nos sentimos inseguros y tenemos esos vacíos emocionales que no nos dejan sonreír, tenemos tanto miedo a ser abandonados que, aunque nos duela, preferimos hacerlo primero nosotros e irnos.
Sabemos que es difícil superar esta herida, pero tarde o temprano todas las heridas sanan, las cicatrices siempre llegarán. Recuerda que solo hay una persona que estará siempre contigo y eres tú mismo, no importa lo que pase con el resto, siéntete a gusto y feliz con cómo eres tú.
#5 La injusticia: Si nos tocaron padres autoritarios y fríos lo más probable es que desarrollemos esta herida a lo largo de nuestra vida. Como consecuencia de estas actitudes se desencadenarán sentimientos con tendencia al fanatismo por la perfección, dentro de una conducta rígida y siempre en busca del poder.
Es necesario que aprendamos a no cometer los errores del pasado, a perdonar y seguir adelante. Es muy importante generar mayor flexibilidad con los demás, confiar.
Estamos seguros que la mayoría de estas heridas son duras y aún nos duelen pero parte de la vida es aprender a perdonar, solo así se podrá sanar nuestro corazón y podremos seguir adelante. Así también seremos un buen ejemplo para los pequeños.