El acoso no es un delito incluido en el Código Penal del Perú; ¿qué esperan nuestras autoridades?
A pesar de que no paran los ataques cobardes hacia las mujeres, como el que sufrió Eyvi Ágreda, nuestras autoridades no han trabajado por crear leyes que penalicen el acoso.
A sus 22 años, Eyvi Ágreda tuvo que pasar por una tercera operación solo para que limpien sus tejidos de cualquier sustancia, como el polvo del extintor. El trabajo de reconstrucción aún no empieza y tiene el 53% del cuerpo quemado, las vías respiratorias están comprometidas y hace poco sufrió un cuadro de insuficiencia renal.
Y todo porque no se tomó en serio el acoso constante al que era sometida por Javier Hualpa, quien le prendió fuego en un bus y que ahora dice estar arrepentido. Él asegura que el día del ataque se le nubló la mente y lo hizo sin pensar, sin embargo, existen pruebas de que el crimen lo premeditó durante un mes.
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El acoso sexual al que sometía a la joven se remonta al 2015, cuando por primera vez ella le dijo que no estaba interesada en él, que tenía novio. Pero él seguía llamándola, mandándole mensajes y haciéndole seguimiento.
“Hace tres años se conocieron. Liset trabajaba en una empresa que ofrecía el servicio de cafetería. Él era chef. Ella, mesera. Ahí la comenzó a asediar”, contó Sandra Aguirre Marchena, hermana mayor de la víctima. Aguirre explicó que en el centro laboral tomaron acciones para respaldar a Eyvi, aunque esto no fue suficiente para alejar al acosador, por lo que ella tuvo que cambiar de trabajo.
Eyvi no denunció el acoso sexual ante la policía pero, como medida de seguridad, le pedía a un amigo que la acompañara a veces a tomar el carro. Sobre todo en estas semanas, que vio nuevamente una silueta que la seguía por las calles. “Le dijo a mi otra hermana, con la que vive, que este sujeto la vigilaba”, contó Sandra Aguirre.
Así, el martes 24 de abril, Hualpa ejecutó su macabro plan, que ya todos conocemos, en el bus donde viajaba Eyvi. “Una de las pasajeras lo escuchó decir: ‘Si no eres mía, de nadie’”, reveló la hermana de la víctima.
Tras algunos días, la policía logró capturar a Hualpa. Como es costumbre, a los delincuentes se les suele colocar un chaleco antibalas, lo cual siempre causa la indignación de la sociedad, quien está convencida que nuestras autoridades protege más a un criminal que a la gente buena.
Y, lamentablemente, este razonamiento no se aleja de la realidad, pues, nuestro Código Penal no incluye al acoso como delito. Apenas se considera una falta administrativa.
La viceministra de la Mujer, Silvia Loli, contó, para El Comercio, que la ley para prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos (promulgada en el 2015) proponía, inicialmente, una sanción penal.
“El Congreso no llegó a un acuerdo. Solo se aprobaron las políticas preventivas y sanciones administrativas [como multas] que pueden establecer los gobiernos locales”, dijo Loli.
La ley, por supuesto, resultó poco efectiva, como indicó Diana Portal, adjunta de los Derechos de la Mujer de la Defensoría del Pueblo. “No es clara ni disuasiva”. Y por si no fuera suficiente, pocos municipios han establecido sanciones para los acosadores.
La Municipalidad de Lima, por ejemplo, aún no ha publicado ninguna ordenanza al respecto. Así que no ha castigado a ningún acosador, aunque se hayan reportado 10 casos en el 2017 y 3 en lo que va del 2018. Las víctimas tenían entre 17 y 29 años.
“Lo que hemos hecho es acompañar a las víctimas con apoyo psicológico y asesorarlas para que interpongan la denuncia en la comisaría correspondiente”, dijo la abogada Carmen Martínez, subgerente de Servicios Integrales de la Gerencia de la Mujer de la comuna.
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Y si así estamos en la vida real, en redes sociales es peor, pues tampoco existe una sanción para el acoso en el ciberespacio. Solo en la cuenta de Eyvi se pueden observar mensajes de algunos individuos apoyando el ataque de Hualpa.
“Quemémoslas a todas”, escribió uno que se esconde tras el nombre de Giancarlo Chumpitaz. Le dicen a Eyvi que debió acceder a las exigencias de su atacante y que esperan que se cure pronto para que pueda complacer los deseos de otro.
A estas alturas solo nos queda preguntarnos ¿Qué están haciendo nuestras autoridades por nuestra seguridad, ya que tanto presumen que trabajan por nuestro bienestar? ¿Cuántos crímenes más deben venir para que haya un cambio real?
Fuente: El Comercio