Los más extravagantes caprichos de la hija de Pablo Escobar que el narcotraficante cumplió
El narcotraficante Pablo Escobar quería cumplir todos los caprichos de su hija como sea. Estos fueron contados en un libro del colombiano José Alejandro Castaño
Uno de los asesinos más temibles de la historia, Pablo Escobar, tenía una debilidad: su hija, su princesa. Para el colombiano que se convirtió en la cara de narcotráfico mundial del siglo pasado, su hija Manuela era su princesa y él solo un súbdito que debía consentirla y complacerla en todo lo que ella desee. La niña, como muchas otras de su edad, tenía muchos deseos, pero a comparación de ellas, los de Manuela sí se podían hacer realidad porque misteriosamente su padre tenía un “poder” con el que podía cumplirlos. Para ella, su padre era un héroe, un rey, un hombre bueno; pero para el mundo, el apellido Escobar solo se vinculaba a muerte, sangre, codicia, narcotráfico.
Manuela fue la princesa de Pablo Escobar
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El cronista colombiano José Alejandro Castaño escribió un libro sobre Manuela llamado “Cierra los ojos princesa” donde cuenta detalles de la infancia de ella y la relación con su padre. Él entrevistó a decenas de personas que la conocieron cuando era la hija mimada de Pablo, quien la trataba de complacer a cualquier precio.
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Cuenta Castaño en el libro que una mujer que quedó embarazada de Escobar y el narco la obligó a abortar. La razón: Escobar le habría jurado a Manuela que ella sería la última descendiente, “el final del cuento”. A Manuela solo le bastaba pedir y Pablo se lo cumplía. Para una Navidad quiso tener un unicornio. Por solicitud de Escobar, sus guardaespaldas se aparecieron con un caballo blanco al que le pegaron con grapas un cuerno bajo su crin y adhirieron largas alas de papel a su torso. El animal murió como consecuencia de una infección. Si Manuela quería una jirafa, había que mandarle traer el animal de la lejana África. Si la princesa quería ver en persona a los personajes del programa de moda, sus deseos se cumplían.
Es conocida la historia del zoológico de Pablo Escobar, la llamada Hacienda Nápoles donde había hipopótamos, jirafas, elefantes, ¿por qué lo hizo? Obviamente para complacer a su princesa. Si la llevaba a los escondites del cartel, empujaba puertas ocultas diciendo “ábrete sésamo” y entonces, como por arte de magia, bóvedas llenas de dinero se abrían. “¿cuánto son mil millones de dólares, papá? / Lo que valen tus ojos princesa”, le respondía.