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Su esposa falleció y él escribió una emotiva carta al personal del hospital que la atendió

Él escribió una emotiva carta al personal que cuidó a su esposa antes de su muerte

Él escribió una emotiva carta al personal que cuidó a su esposa antes de su muerte

Peter DeMarco veía sufrir a su esposa, Laura Levis, en una cama de hospital sin poder hacer nada. La impotencia se apoderaba de él y sus ojos se llenaban de lágrimas cuando estaba solo. Ella había sufrido un devastador ataque de asma y tuvo que ser internada de urgencia en el Hospital Cambridge CHA de Boston, Estados Unidos. En ese tiempo en el que la mujer se debatía entre la vida y la muerte, él trataba de engreírla y hacerla sentir lo mejor posible. Laura moriría una semana después y a Peter lo invadiría la tristeza. Extrañaría todos los momentos que pasaría con ella además de tocar sus manos, ver su rostro al despertar y sentir su corazón palpitar por ella.

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Pero con el sufrimiento que sentía Peter, también había una sensación de tranquilidad porque los últimos días de su vida ella estuvo rodeada de gente realmente excepcional que le dieron la mejor de las atenciones. Peter DeMarco escribió la siguiente carta en el prestigioso periódico The New York Times al personal de la unidad de cuidados intensivos de dicho hospital que cuidó de Laura y la ayudó a sobrellevar la situación.

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Una carta a los médicos y enfermeras que cuidaron de mi esposa

“Mientras comienzo a decirle a mis amigos acerca de los siete días que trataron a mi esposa, Laura Levis, en lo que terminó en ser sus últimos días de su corta vida, me paran cuando he mencionado el nombre número 15. La lista incluye a los médicos, enfermeras, especialistas respiratorios, trabajadores sociales, incluso a las personas de la limpieza, a todos los miembros del personal que se preocupaban por ella.Cómo recuerdas sus nombres, me preguntan.

¿Cómo recuerdas sus nombres?, preguntan.

¿Cómo podría no hacerlo?, respondo yo.

Cada día que trataron a Laura con tanto profesionalismo, cuidado y dignidad mientras ella estaba inconsciente. Cuando necesitaba inyecciones, se disculpaban porque le iba a doler un poco, no importaba si ella podía o no escucharlos.

Cuando escuchaban su corazón y pulmones a través del estetoscopio, y su vestido comenzaba a deslizarse, lo subían para, respetuosamente, cubrirla. Le ponían una cobija, no solo cuando la temperatura de su cuerpo necesitaba regulación, sino que también cuando el cuarto estaba un poco helado, y pensaba que ella dormiría más cómoda así.

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Se preocuparon tanto por sus padres, ayudándolos a subirse en esas incómodas sillas que se reclinaban, dándoles agua fresca casi a cada hora, y respondiendo cada pregunta médica con increíble paciencia.

Mi suegro, que es médico también, se sentía que estaba implicado en el cuidado. No puedo explicarles lo importante que esto es para él.

Entonces, está cómo me trataron a mí. ¿Cómo podría haber encontrado la fuerza para sobrepasar esta semana sin ustedes? ¿Cuántas veces entraron en la habitación y me encontraron durmiendo, con mi cabeza hacia abajo, descansando en su mano, y silenciosamente hicieron su trabajo, como si fueran invisibles? ¿Cuántas veces me ayudaron a poner la silla lo más cerca posible de su cama, entre el desastre de cables y tubos alrededor de su cama, para estar cerca solo unos pocos metros?

¿Cuántas veces vieron si necesitaba algo, desde comida a bebida, ropa limpia hasta una ducha, o preguntar si necesitaba una mejor explicación del procedimiento médico, o solo si necesitaba hablar con alguien?

¿Cuántas veces me abrazaron y consolaron mientras me rompía en pedazos, o preguntaron cómo era Laura en su vida personal, tomándose el tiempo de ver fotografías o leer las cosas que había escrito sobre ella?

¿Cuántas veces me dieron malas noticias con palabras compasivas, y tristeza en sus ojos?

Cuando necesitaba usar un computador para un mail de emergencia, ustedes lo hacían suceder. Cuando lloraba con un visitante especial, cuando metí a mi gato de contrabando para una visita muy especial, ustedes ‘no veían nada’. Y una tarde especial, me dieron la autorización de ingresar más de 50 personas amigos de Laura, desde amigos hasta colegas, alumnos suyos y sus familiares.

Su gato logró entrar "infiltrado" a visitarla gracias a la ayuda de las enfermeras

Fue una efusión de amor que incluyó música de guitarra y ópera, baile, y nueva revelaciones para mi sobre cómo mi esposa tocó a tantas personas. Fue la última mejor noche de nuestro matrimonio juntos, para nosotros dos, y no habría pasado sin su apoyo.

Hay otro momento, de hecho una hora, que nunca olvidaré. Un último día, mientras esperábamos por el donante de Laura, lo único que quería era estar solo con ella. Pero su familia y amigos no paraban de llegar para despedirse, y el reloj avanzaba. Cerca de las 4 de la tarde, todos se habían ido, y estaba emocionalmente y físicamente exhausto, necesitaba dormir. 

Así que le pregunté a sus enfermeras, Donna y Jen, si podían ayudarme a preparar la silla, que era muy cómoda, cerca de Laura de nuevo. Ellas tuvieron una mejor idea.

Me pidieron que me fuera de la habitación por un momento, y cuando regresé, habían movido a Laura al lado derecho de la cama, dejándome espacio para acostarme junto a ella por una última vez.

Les pregunté si podían darme una hora sin ninguna interrupción, y me dijeron que sí, cerrando las cortinas y puertas, y apagando las luces.

Apreté mi cuerpo contra el de ella. Se veía tan bonita, así que le dije, tocándole su pelo y rostro. Fue nuestro último momento tierno de marido y mujer, y fue el más natural y conmovedor que jamás haya sentido. Y de pronto me quedé dormido

Recordaré esa hora juntos por el resto de mi vida. Fue el mejor de los regalos, y tengo a Donna y Jen para agradecerles. De verdad, tengo todo que agradecerles. 

Con mi eterna gratitud y amor, Peter DeMarco”

 La gratitud, el amor, el abrazo inolvidable, una suma de recuerdos que Peter los llevará grabados en su mente por siempre.