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¿Por qué es peligroso jugar ‘lanzando a los niños al aire’? No lo volverás a hacer

Nunca más harás esto con tus pequeños luego de leer esta nota

Nunca más harás esto con tus pequeños luego de leer esta nota

Los bebés son tan tiernos que es imposible no tener ganas de querer cargarlos, hacerles mimos y jugar con ellos, sin embargo, hay algunos juegos que definitivamente deberían ser erradicados de la rutina de todos los que se encargan del cuidado de los pequeños. ¿A qué nos referimos? Específicamente al juego de lanzar al aire al bebé por unos cuántos segundos. Dicho juego es sumamente peligroso y hoy te diremos por qué. ¡Presta mucha atención!  

Puede que lo ignores o que alguna vez lo hayas escuchado y no le hayas prestado atención pero lo que sucede con el cuerpecito de tu pequeño es realmente peligroso. Te recomendamos no volver a usarlo pues podrías causar muchas lesiones graves que incluso le podrían causar la muerte.

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La cabecita de los bebés es muy frágil para soportar los bruscos movimientos que se realizan cuando el bebé es puesto en esta situación. El cráneo de los bebés puede sufrir daños irreparables y fatales, además también podemos atentar contra los músculos del cuello del bebé.

Cuando el bebé es sacudido el cerebro golpea las paredes del cráneo y si esto sucede los vasos sanguíneos se podrían quebrar y generar coágulos dentro de la cabecita del pequeño, causando así un riesgo de 20% a morir de manera súbita.

Lesiones que se podrían causar en los pequeños:

  • Parálisis y lesiones en la médula espinal.
  • Ceguera.
  • Parálisis cerebral.
  • Ataques epilépticos.
  • Desarrollo inadecuado de la capacidad para hablar.
  • Problemas de aprendizaje.
  • Pérdida de la audición.
  • Retraso mental.
  • Daños cerebrales irreparables.
  • Convulsiones.
  • Muerte súbita.
  • Trastornos motores graves.

No juegues con tu suerte, no hagas esto con los pequeños.

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Síntomas inmediatos de que este juego está afectando a los pequeños:

  • Vómitos intempestivos.
  • Cuerpo rígido.
  • Falta de apetito.
  • Piel pálida o azulada.
  • Dificultades en la respiración y digestión.
  • No vocaliza.
  • Temblores en las extremidades.
  • Extrema irritabilidad.
  • Dificultad para permanecer despierto.